El popular anglicismo healthy –o healthy lifestyle– llegó a nuestras vidas hace un tiempo hasta convertirse en un estilo de vida al que cada vez más personas quieren sumarse. Es evidente que, con los años, el mundo occidental ha tomado conciencia sobre la importancia de la salud física y mental. Son muchos los motivos que llevan a la gente a vivir mejor; pero, en la mayoría de los casos, la ansiedad y el estrés son los principales enemigos a los que se intenta hacer frente.
Frenar puede hacer que seamos más felices, aunque vaya en contra de la prisa actual. La socialización lenta ha llegado para muchos, y en algunos casos hasta se presenta como rebeldía. Con claridad, Carl Honoré, autor del best seller Elogio de la lentitud, y para muchos el gurú del movimiento «slow», la sociedad actual padece el «virus de la prisa».
Según informa la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), nueve de cada diez españoles sufrió ansiedad en 2018. Las formas de remediarla van desde el deporte –con prácticas como la meditación, a partir del yoga o mindfulness– hasta la alimentación, que se mira con lupa: hoy en día, en las estanterías de los supermercados se lee «eco friendly», «vegan» y «gluten free», etiquetas que compiten contra los precocinados y la comida rápida.
Queremos vivir mejor, pero esto no es sinónimo de vivir rápido. La slow life, una corriente cultural que promueve una gestión de nuestras vidas más «lenta y consciente», trae la solución ante tanto ajetreo. El movimiento ‘lento’ nació en 1989, en Roma (Italia), en una protesta contra la comida rápida tras la apertura de un MacDonald’s. Tras recorrer parte de Europa, ya ha llegado a España; incluso en forma de evento.
Alejandra Rodríguez, autora del libro Slow Life, menciona que la correcta gestión del tiempo es la base sobre la que se sustenta la filosofía slow, además del equilibrio entre las obligaciones que requieren «rapidez» y el respiro que el cuerpo necesita. «Nos referimos a un estilo de vida en el que los hábitos son más saludables y conscientes, tomando mejores elecciones para vivir de una forma más plena».
Todo reside en la calma y la lentitud: «No hay felicidad sin paz ni plenitud, vivir más lento nos brinda un espacio muy valioso para el disfrute y la mejora de las relaciones con nosotros mismos y nuestro entorno«, cuenta la experta, que apoya trasladar esta actitud a las relaciones interpersonales y a todos los ámbitos de nuestra vida.
De hecho, esta corriente se compone de varias ramas, como la “slow fashion” en contra de la moda industrializada y la “slow sex” que promueve concentrarse plenamente durante el sexo y practicarlo con calma—. Asimismo, la más popular tiene que ver con la alimentación la “slow food” propone ser responsable evitando el consumo de comida rápida, una manera que ayuda, además, a cuidar el medioambiente.
El estrés conlleva «fatales» efectos para la salud, se habla de problemas gastrointestinales, dermatológicos y de fertilidad, por ejemplo; pero también de ataques de pánico, crisis de ansiedad o falta de concentración. El movimiento lento, en cambio, proporciona mejoras en la salud física, mental y emocional además de incrementar la sensación de bienestar, paz y tranquilidad. También aporta coherencia con los objetivos y propósitos personales. No elimina los problemas, pero mejora la relación con ellos, que es lo que provoca malestar y frustración.
En España, el pensamiento lento ya se desarrolla a nivel empresarial. Las formaciones en desarrollo personal, procesos de coaching y nuevos métodos de gestión de equipos están dando muy buenos resultados, tanto desde el punto de vista de la propia empresa, como de experiencia laboral de los trabajadores.
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